Juegos conscientes en familia para liberar la energía de lucha, huída o parálisis atrapada en el cuerpo
Y regresar a un estado de calma y conexión social
En la Crianza Consciente y con Conexión sabemos que los niños son mucho más que sus mentes y sus emociones, y que cada experiencia, situación, conflicto o pérdida involucra a sus mentes, cuerpos y corazones.
La neurociencia ha demostrado que procesamos la información no sólo a través de nuestras mentes, sino también a través de nuestros cuerpos. Es decir, cada célula de nuestra mente está en nuestro cuerpo, hay una retroalimentación constante entre el cuerpo y la mente en ambos sentidos: del cuerpo hacia la mente y de la mente hacia el cuerpo.
Lo que percibe el cuerpo influye en nuestras emociones, pensamientos y sensaciones, y lo que "neurocibe" el cerebro (es decir, lo que se percibe a través de la neurocepción, ese exquisito sistema de detección de peligro y la seguridad del sistema nervioso autónomo descubierto por Stephen Porges) afecta a nuestros estados fisiológicos y determina cómo nos sentimos en nuestro cuerpo.
No hay distinción posible: separar la mente del cuerpo carece de sentido y nos lleva a plantear enfoques de crianza y educación inefectivos que no respetan al niño en su totalidad.
Como vimos en este artículo, nuestros comportamientos (y los de los niños) son un reflejo de lo que está sucediendo en nuestro interior -cuerpo, mente, cerebro y corazón, es decir, el resultado visible de cómo nos hacen sentir los procesos corporales, sensaciones, pensamientos y sentimientos que experimentamos al relacionarnos con nuestro entorno. De ahí que sólo podremos ayudar a los niños cuando nuestra mirada hacia ellos sea holística y tenga en consideración todo lo que son.
El cerebro, como hemos visto aquí, tiene tres partes, cada una con un rol específico:
- Corteza prefrontal: es la parte racional, donde se generan los pensamientos, y la que se pregunta: "¿Qué puedo aprender de esto?". Su lenguaje son las palabras. Es la parte con la que más solemos interactuar en nuestra relación con los niños.
- Sistema Límbico: es el centro de las emociones, la que determina nuestro estado emocional. "¿Soy amado y aceptado?". Éste es el nivel en el que solemos intervenir cuando hay comportamientos impulsivos. Su lenguaje son las emociones y los sentimientos.
- Cerebro reptiliano: es la parte instintiva, la que impulsa nuestros comportamientos para garantizar la supervivencia. La que se pregunta: "¿Estoy seguro?". Su lenguaje son las sensaciones. Es la parte olvidada en nuestras interacciones con los niños, y pieza clave para que sus sistemas de respuesta al estrés se desarrollen flexibles y dinámicos.
Intervenir al nivel de la sensación, además del de la cognición y la emoción, es crítico en la crianza y educación conscientes no sólo para ayudar a los niños a conocer su cuerpo y detectar los detonantes que activan sus respuestas de supervivencia, sino también para optimizar su aprendizaje y mejorar sus comportamientos.
"Si no les damos a las sensaciones que nos asustan el tiempo ni la atención que necesitan para moverse a través de nuestro cuerpo y resolverse o disolverse, el individuo continuará estando atrapado por el miedo"
Peter A. Levine
La forma en que nuestro cuerpo responde al peligro es la misma que en los animales: los músculos se tensan, la adrenalina invade nuestro cuerpo y el corazón se acelera, dedicándose toda la energía del cuerpo y el cerebro a lidiar contra la amenaza y a asegurar nuestra supervivencia. Son respuestas somáticas coordinadas, es decir, movimientos y reacciones automáticas de nuestro cuerpo destinadas a defendernos y protegernos.
Y esa energía que se moviliza para protegernos del peligro permanecerá en nuestro cuerpo hasta que le demos salida. Si no logramos hacerlo, nos quedaremos estancados en estados fisiológicos y emocionales defensivos que afectarán a nuestra salud física, estado emocional y comportamientos.
En nuestras vidas, existen muchos eventos estresantes para los niños: primer día de colegio, muerte de una mascota, conflictos con pares, ausencia de un ser querido, castigos, bullying, nacimiento de un hermano, llevar la mascarilla durante largo tiempo, mordeduras de animales, entre otros, sin olvidar situaciones como nacimientos traumáticos, la separación de los padres e intervenciones médicas invasivas.
Todas ellas son situaciones en las que el sistema nervioso autónomo puede activar una respuesta de supervivencia (lucha, huída o parálisis), cuya intensidad y duración dependerá de las características individuales y sensibilidades de cada niño:
- LUCHA: empujar, gritar, golpear, patear, ...
- HUÍDA: correr, esconderse, taparse los oídos, evitar, ...
- PARÁLISIS: estado adormecido, sin ganas de jugar ni de hacer nada, ...
Cuando un niño está en "modo supervivencia", debemos ayudarles a completar el ciclo natural de protección activado por su cerebro con el fin de que la energía movilizada en su cuerpo se libere y pueda volver a un estado de calma y conexión social.
¿Cómo?
¡Jugando con nosotros!.
Nuestra calidez y conexión permitirán a los niños sentir la seguridad que necesitan para reconectar con su cuerpo, experimentar su fuerza y poder, y recuperar así la confianza en sí mismos. Y si añadimos un registro cómico y podemos compartir risas con ellos, los juegos y su poder terapéutico serán aún más poderosos y efectivos.
JUEGOS DE LUCHA
Un niño con energía de lucha o huída no procesada estará en guardia, agitado, no podrá concentrarse, estará ansioso, enfadado, agresivo, con dificultad para dormir o comer y/o hiperactivo, por lo que va a necesitar juegos específicos para completar esta respuesta defensiva activada por su sistema nervioso.
Los niños que se han quedado "atrapados" en esta respuesta defensiva tienden a responder con agresividad y oposicionismo cada vez que se sienten vulnerables o bajo algún tipo de amenaza (real o percibida). Por eso, en lugar de detener los comportamientos agresivos o decirles que no se comporten así, vamos a jugar con ellos para que liberen su estrés:
1. A VER SI ME EMPUJAS. Invita al niño a que presione contra tus manos y te empuje. Es muy importante que valides su fuerza mientras dirigen su energía hacia tus manos. "Qué brazos tan fuertes tienes", "Wow, menuda fuerza tienes en tu cuerpo".
2. KARATE KID. Si los niños necesitan usar sus piernas porque tienen tendencia a dar patadas cuando se enfadan, coge un cojín o una almohada y dirígelo suavemente hacia el niño. Pídeles que se defiendan del cojín y lo pateen con todas sus fuerzas durante el tiempo que necesiten. Valida de nuevo su fortaleza y hazle sentir poderoso e invencible.
3. ANIMAL SALVAJE. El juego consiste en convertirse en el animal salvaje de su elección, invitar a que el yo salvaje del niño y su agresividad natural surjan y se liberen. Rugir como leones, enseñar los dientes como un gato salvaje, gruñir como osos, pelearse como gatos, amenazar como un tigre, entre otros. Básicamente, moverse libremente como si de un animal salvaje se tratara. Y si nos unimos a ellos como animales y compartimos risas en conexión, muchísimo mejor.
4. DETENTE. Te aproximas al niño y, cuando dice STOP, te paras inmediatamente. De esta forma siente en su cuerpo el poder de lograr que se respeten sus límites y decisiones, ayudándoles así desarrollar su asertividad y habilidad para defenderse de invasiones nocivas.
JUEGOS DE HUÍDA
Los niños que están atrapados en su respuesta de huída evitarán hacer cosas, se esconderán, nos darán la espalda, correrán y negarán lo que están sintiendo, entre otros comportamientos típicos de esta respuesta defensiva.
Debemos proponer juegos que inviten a los niños a mover esa energía por su cuerpo y liberarla o resolverla:
1. A CORREEEERRR. Los niños deben huir de un animal que les persigue. Se debería empezar por animales no amenazantes (perro o gato) y, dependiendo de la sensibilidad del niño y de si su respuesta al juego es jovial y positiva, se podrían incluir otro tipo de animales más feroces (como tigre, oso, león). Para conseguir liberar la energía de huída efectivamente, los niños deberían correr siempre hacia un lugar seguro (ya sea hacia otro adulto o hacia un espacio que se haya definido en el juego como seguro y donde el niño sabe que estará a salvo). Es muy importante validar la fuerza y rapidez de sus piernas, que le permiten escapar, para fortalecer la confianza del niño en sí mismo (y en su cuerpo).
2. NO QUIEROOOOO. Presentar una situación que no les guste a los niños y que sepas que les haya causado estrés y ansiedad. Por ejemplo, la visita al dentista o cuando tienen que ponerle una vacuna. Jugar a que el adulto es el doctor o dentista, y el niño se escapa de la silla o la consulta. Una y otra vez hasta que el niño se canse y diga "ya está". Lo que significa que, probablemente, ya habrá completado el ciclo y liberado la energía de huída que necesitaba en ese momento.
JUEGOS DE PARÁLISIS
Hay situaciones en las que los niños sienten mucho miedo y se paralizan. Es normal y forma parte de ser humanos, siempre y cuando sea momentánea y pueda resolverse. Se podría decir que la respuesta de parálisis tiene las respuestas de lucha y huída contenidas en ella.
La parálisis es una respuesta de supervivencia algo más compleja de la que suele ser más difícil salir, por lo que si detectaras que un niño pudiera estar atrapado en ella de forma persistente (no tiene ganas de jugar ni de hacer nada, está como adormecido, letárgico y muy retraído) sería necesario buscar una ayuda profesional compasiva que base su intervención en el uso de la relación y el juego como piezas clave para el tratamiento.
Algunos juegos para que los niños experimenten la respuesta de parálisis y puedan completarla:
1. ENGAÑAR AL TIGRE. Pedirles que se hagan bolita y permanezcan los más quietos y callados posible para que el tigre que se acerca y pasa a su lado piense que está muerto y pierda el interés. Cuando el tigre pasa, los niños se deben levantar lentamente y decidir si quieren luchar contra él (respuesta de lucha - elegir cualquier juego mencionado arriba) o jugar a correr y escapar (respuesta de huída). Para salir de la parálisis es necesario moverse con todo el cuerpo.
2. ESTATUAS. Convertiros en estatuas durante el tiempo que el niño quiera. Con este juego, el niño experimentará el estado de parálisis y cómo se siente en su cuerpo al estar vivo otra vez.
3. MOVIMIENTO LIBRE. Anímales a moverse libremente. Saltar, correr, jugar a la pelota, trepar, bailar, hacer yoga... cualquier movimiento que les guste y que disfruten mucho. Es casi imposible permanecer atascado en la respuesta de parálisis cuando hay movimiento y diversión.
Después de poner en práctica estos juegos -y si los niños se muestran receptivos- se les puede ayudar a orientarse hacia el cuerpo y notar sus sensaciones, planteándoles preguntas como: ¿Qué notas en tu cuerpo? ¿En qué parte del cuerpo? ¿Qué estás notando ahora mismo? ¿Tiene color, peso, temperatura, talla? ¿Cuándo sientes eso, qué pasa en el resto de tu cuerpo?
Si no quieren hacerlo, podemos compartir con ellos lo que estamos experimentando en nuestro cuerpo y cómo nos hace sentir. De este modo, los niños irán integrando la importancia de prestar atención al cuerpo y sus sensaciones. Y, al experimentar y reconocer sus sensaciones de forma segura, podrán liberar gradualmente la energía defensiva almacenada en él y retornar al estado natural de conexión social, calma y alegría.
Si reconocemos los pensamientos y sensaciones que aparecen en nuestra mente y nuestro cuerpo, y simplemente los observamos sin tratar de evitarlos, suprimirlos o cambiarlos, permitiremos que fluyan naturalmente: primero serán intensos, luego comenzarán a disminuir en intensidad y finalmente se resolverán espontáneamente.
Para que los juegos propuestos sean beneficiosos, debe ser el niño quien los lidere y dirija, quien se posicione como el más fuerte y pueda experimentar en su cuerpo y mente el poder y la confianza que necesitan. Y nosotros, que conectamos con los niños a través de nuestro sistema nervioso, una presencia lo suficientemente calmada y sensible que les ofrezca la seguridad que lo permita.
Es fundamental que al jugar haya disfrute, risas, deleite y alegría compartidos entre el niño y el adulto, y que el juego se termine cuando el niño decida, sin imponer nuestra voluntad ni tiempos en ningún momento.
Si se observara algún tipo de estrés, malestar o que los comportamientos impulsivos se intensifican, es aconsejable parar el juego y dejarlo para otra ocasión.
Nuestra intuición como adultos de referencia vinculados con los niños será la mejor herramienta para saber qué es lo que funciona o no y cómo adaptar estos juegos o crear unos nuevos que se ajusten a las necesidades y preferencias individuales de cada niño.
Referencias
Los juegos descritos en este artículo están inspirados en el trabajo de Peter Levine.
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