Neurodivergencia: qué es y por qué tenemos que cambiar la mirada individual y colectiva

Por Mireia Bazu
Hoy, en el blog de Crianza con Conexión, quiero escribir sobre la neurodivergencia desde un prisma de aceptación y respeto centrado en las fortalezas para contrarrestar la mirada general de rechazo y exclusión, centrada en los déficits, que impera actualmente en nuestra sociedad.
Hace más de dos décadas, una publicación de Harvard Health planteó la neurodiversidad partiendo de la idea de que "Las personas experimentan e interactúan con el mundo que les rodea de formas muy diferentes; no hay una forma "correcta" de pensar, aprender y comportarse, y las diferencias no deberían ser vistas como déficits".
Por lo que podríamos describir la neurodivergencia como un cerebro que diverge en alguna forma de lo que es típico (neurotípico); como personas cuya forma de procesar la información de su entorno, de funcionar en el día a día, de comunicarse y de relacionarse difiere de las normas sociales y de las expectativas y los estándares dominantes en nuestra sociedad capitalista. Siendo las personas neurotípicas aquellas cuyo cerebro es capaz de adaptarse mejor a las expectativas de nuestro sistema económico y social: personas que pueden adaptarse y encajar en una sociedad que nos demanda niveles consistentes de energía y productividad, y formas muy determinadas y específicas de aprender y comunicarnos. Formas que, por el hecho de estar profundamente arraigadas en nuestra sociedad y conciencia colectiva, no significa que sean realmente sanas y adecuadas para todos nosotros (incluidos los neurotípicos) ni que estén alineadas con las necesidades neurobiológicas de nuestro cuerpo y cerebro para mantener y alcanzar un bienestar integral sostenible en nuestras vidas.
Mientras estemos en sociedades uniformadas, en las que todos debamos hacer las cosas de forma similar y cumplir con determinadas expectativas y estándares, las diferencias seguirán siendo percibidas como carencias y enfermedades, como desórdenes que deberían ser tratados y arreglados...
Algunas etiquetas que encontramos bajo el paraguas de la neurodivergencia son el TDAH, los retos en el procesamiento y la integración sensorial, el autismo, la discalculia, la dislexia, el trauma, las altas capacidades y la superdotación, el síndrome de down, la alta sensibilidad y las multiexcepcionalidades (autismo + Tdha, altas capacidades + retos en el procesamiento sensorial + altas capacidades + autismo/tdha, y muchas otras combinaciones). Etiquetas que más que déficits o enfermedades nos comunican formas de percibir, estar y relacionarse diferentes a lo típico, etiquetas que presentan y representan retos en los contextos sociales y educativos actuales, pero que en otros contextos diferentes quizá ni siquiera existirían.
De ahí que sea muy importante subrayar que hay muchas maneras de funcionar en este mundo, y que no deberíamos seguir potenciando como sociedad el mensaje de que unas formas son superiores a otras, ni de que las formas diferentes de percibir, estar y relacionarse con el mundo deben ser "arregladas" por ser vistas como déficits, como desórdenes, cómo barreras para perpetuar el status quo y la máquina capitalista deshumanizadora que nos ha llevado a alcanzar unos niveles realmente preocupantes de ansiedad, desconexión y violencia entre nuestros jóvenes y niños.
Todos somos suficientemente buenos tal y como somos, independientemente de si tenemos retos o no para lidiar con la vida y con nuestro día a día en una sociedad capitalista que prioriza la productividad, el multitasking, el frenetismo, la competencia, el bombardeo sensorial, el postureo, la uniformidad y el consumismo frente a la humanidad, el ritmo intrínseco a los distintos seres y procesos naturales, la colaboración, la compasión, la diversidad y la autenticidad.
Y, por eso, todos debemos tener la oportunidad de aprender, de comunicarnos y de relacionarnos de la forma en que resulte más respetuosa y auténtica para cada uno de nosotros sin tener que enmascarar ni ocultar nuestros rasgos y diferencias para evitar ser rechazados, para poder ser aceptados, respetados y tenidos en cuenta en los distintos sectores y ámbitos de nuestra sociedad...
Seguro que no es la primera vez que lees esta cita de Krishnamurti:
"No es signo de salud adaptarse a una
sociedad profundamente enferma"
Una reflexión que está totalmente alineada con mi manera de ver la neurodivergencia como oportunidad, como forma de cuestionar un sistema educativo, médico, económico y social enfermo que perpetúa infinidad de traumas intergeneracionales y sociales por alejarse cada vez más de nuestras necesidades neurobiológicas fundamentales, de nuestro imperativo biológico - según las palabras de Stephen Porges, creador de la Teoría Polivagal - como humanos mamíferos de conexión, corregulación y seguridad sentida para poder alcanzar un bienestar integral, vivir de forma equilibrada y poder desarrollar nuestras fortalezas, nuestro propósito vital y nuestra capacidad de resiliencia.
El modelo social de discapacidad, desarrollado por activistas y sociólogos discapacitados en los años 70 en Estados Unidos, declaraba que la discapacidad es causada por la forma en que la sociedad está organizada, no por las diferencias que la persona presenta en relación a lo típico. Que la mirada social limitante y cerrada sobre cómo deberían ser las cosas y las personas ha creado la etiqueta de discapacidad, desorden o carencia debido a las barreras físicas, emocionales, cognitivas y sociales con las que se encuentran en nuestra sociedad las personas con distintos tipos de diferencias, incluidas las neurodivergencias.
De ahí que, mientras estemos en sociedades uniformadas, en las que todos debamos hacer las cosas de forma similar y cumplir con determinadas expectativas y estándares, las diferencias seguirán siendo percibidas como carencias y enfermedades, como desórdenes que deberían ser tratados y arreglados... Y la exclusión y la violencia contra las neurodivergencias dentro y fuera del sistema educativo seguirán dañando lenta y silenciosamente a multitud de personas extremadamente valiosas, creativas y sensibles que podrían ayudarnos a todos a mejorar nuestra sociedad y la forma en que nos relacionamos entre todos nosotros, con los animales y con este maravilloso planeta que nos alberga.
Si todos reflexionáramos desde este prisma neuroinformado, comenzaríamos a hacernos muchas preguntas y a cuestionarnos muchas de las prácticas comunes en nuestro sistema educativo.
¿Por qué debemos aceptar y adaptarnos a un sistema educativo que exige a todos los niños y niñas obediencia, escucha sin cuestionamiento, permanecer quietos, atentos y callados, realizar las cosas de una determinada manera, todos por igual, cuando el cerebro aprende de otra manera y todos nosotros, adultos y niños, necesitamos el movimiento y la sensorialidad para regular nuestros estados corporales y emocionales, y para poder aprender?
¿Por qué no se integra en la práctica educativa que la emoción y la conexión con lo que se aprende (y con quien lo enseña) es requisito imprescindible, como ha demostrado la neurociencia, para que se dé un aprendizaje realmente significativo en los niños y jóvenes, y que se necesitan entornos y relaciones seguros para favorecer y potenciar cualquier tipo de aprendizaje?
¿Por qué debemos adaptarnos a una sociedad que Krishnamurti definió como enferma, y que Gabor Maté, médico de renombre mundial y experto en trauma, define como profundamente traumática?
¿Por qué perpetuar un sistema educativo concebido para unas necesidades muy determinadas en una época distinta de la actual, si la más reciente neurociencia educativa nos está mostrando un camino completamente diferente?

Cuando empecemos a cuestionar y responder éstas y muchas otras preguntas, empezaremos a cambiar la mirada y a integrar la neurodiversidad como parte de la naturaleza, del mundo y de la vida. Y, entonces, descubriremos un mundo lleno de multitud de perspectivas que nos permitirán crecer y enriquecernos a todos individual y colectivamente como sociedad.
Porque al centrarnos en destacar las carencias y corregir los rasgos de la neurodivergencia, perdemos las increíbles perspectivas, fortalezas y aprendizajes que nos brindaría tener en cuenta y valorar las formas diferentes de estar y percibir en el mundo; perdemos la riqueza y el crecimiento que nos aportaría diseñar y construir entornos y relaciones neuroinformados donde TODOS los niños y jóvenes puedan aprender en un contexto de seguridad y conexión...
Y perdemos muchas oportunidades de crecimiento porque con adultos capaces de:
* desarrollar vínculos seguros con cada uno de los niños, independientemente de la forma en que esté estructurada su cerebro y sus comportamientos
* ofrecer contenido diverso, interesante y multisensorial adaptado a los variadísimos intereses y formas de aprendizaje que tienen todos los niños
* adecuarse a las necesidades y particularidades individuales, centrándonos en las fortalezas en lugar de en las debilidades.
* hacer sentir importantes, competentes y parte fundamental de un grupo diverso de pertenencia en el que cada uno tiene un rol único e importante que desempeñar y cada individuo es apreciado y valorado por todos los demás.
* crear entornos de aprendizaje donde todos los niños, niñas y adolescentes se sientan seguros en su sistema nervioso, y tengan relaciones corregulatorias a su disposición además de herramientas y estrategias para poder regular sus niveles de activación de la forma en que sea más auténtica y efectiva para cada uno de ellos.
* naturalizar los espacios educativos para que los niños y adolescentes tengan acceso a la naturaleza como forma de corregulación y puedan moverse y regularse sensorialmente sin vergüenza ni penalización...
el sistema educativo se enriquecería enormemente, y todos los niños y jóvenes podrían desarrollarse en conexión con lo que siente en cuerpo, mente y corazón, además de perseguir su propósito vital, ese propósito alienado con nuestros valores, anhelos e intereses que resulta tan crucial e imprescindible para nuestro bienestar integral y nuestra felicidad en esta vida.
Por eso, depende de todos y todas nosotras que la sociedad y el sistema educativo cambien a mejor, que empecemos a ser más abiertos, plurales, flexibles, respetuosos y sensibles con las distintas formas de ser y estar en el mundo; que sea la neurociencia educativa (y no el conductismo) lo que guíe la forma en que se estructuran la cultura, la sociedad, los espacios y curriculums educativos.
Y que todos esos entornos y espacios colectivos pongan los recursos, el foco y la energía en desarrollar relaciones seguras donde cada niño y joven pueda ser quien realmente es, pueda aprender a su ritmo y a su manera especial, pueda regularse de la forma en que necesita, pueda sentir que su valía como persona no viene determinada por sus comportamientos, sus resultados académicos o su capacidad de adaptarse a situaciones que le generan demasiado estrés, y pueda asimismo sentir e integrar en su cuerpo que su voz y necesidades importan y son realmente respetadas y escuchadas por todos los que le rodean y por el conjunto de la sociedad.
Ojalá dejemos de lado tantos protocolos, etiquetas y recetas para poder comenzar a enfocarnos en lo que realmente importa: la conexión con los niños, la corregulación durante sus momentos de estrés, la seguridad sentida por cada niño según sus necesidades y particularidades individuales, y el sentimiento de pertenencia a un grupo que aprecie a cada niño por quien es y que valore su forma única de pensar y mirar el mundo.
Fuente gráfico artículo: https://imagine.jhu.edu/blog/2022/10/05/neurodivergence-at-a-glance/
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