Crianza con Conexión - Principios Básicos
"La conexión y la corregulación con otros son nuestro imperativo biológico"
Dr. Stephen Porges
En esta primera entrada del blog, me gustaría presentaros los principios básicos que conforman la Crianza con Conexión, una crianza consciente basada en la neurociencia relacional y la teoría del apego que nos ofrece una profunda comprensión de las dinámicas que se dan entre padres/madres/educadores y niños, y que nos ayudará a:
- tejer relaciones con los niños basadas en la conexión y la cooperación
- entender la razón de los comportamientos disruptivos de los niños
- entender nuestras reacciones ante dichos comportamientos
- descubrir sencillas herramientas que nos permitirán reconectar con los niños y con nosotros mismos
- favorecer la expresión emocional de los niños
- resolver los conflictos de forma proactiva y colaborativa (desterrando cualquier tipo de premio, castigo, soborno y amenaza con los niños)
1. MIRADA HOLÍSTICA
Miramos a los niños con compasión y teniendo presente qué habilidades y capacidades poseen según su nivel de desarrollo. Muchos enfoques en crianza y educación asumen que los niños pueden autorregular sus emociones o controlar sus comportamientos impulsivos cuando madurativamente (sus cerebros) todavía no están preparados para hacerlo. Y además de ofrecer consejos generales para todos los niños, como si cada niño tuviera las mismas necesidades sensoriales, emocionales, cognitivas y de aprendizaje.
En Crianza con Conexión proponemos una mirada holística hacia el niño, poniendo el foco en su estado fisiológico-emocional y en sus sensibilidades y necesidades individuales en lugar de en sus comportamientos; ya que éstos, lejos de ser intencionales, son un reflejo del estado de su sistema nervioso autónomo (si ha detectado una situación o persona como segura o si, por el contrario, se siente amenazado o en peligro como para poner en marcha estrategias defensivas) y de su nivel de desarrollo.
Entendemos que los niños lo hacen lo mejor que pueden en cada momento, y que sus comportamientos disruptivos son una reacción adaptativa del cuerpo ante ciertos estresores del entorno (sociales, ambientales, fisiológicos, ...) o debido a la carencia de las habilidades necesarias para comportarse de la forma esperada. Y que esa reacción está muy influenciada por las necesidades específicas e individuales de cada niño a nivel emocional, social y sensorial, así como por su personalidad y por la forma específica en que su cuerpo y cerebro procesan la información que reciben del entorno.
No hay niños malos, tan sólo niños con un sistema nervioso autónomo desregulado, niños que no se sienten seguros y que necesitan de un adulto compasivo y calmado que, sabiendo detectar sus necesidades únicas, les ayude a apagar la "alarma" de su cerebro y volver a sentirse bien.2. CONEXIÓN
La conexión emocional de los niños con sus cuidadores es imprescindible para que se sientan seguros y quieran aventurarse a explorar el mundo. Sentirse profundamente conectado y en sincronía con, al menos, un adulto es una necesidad básica e imprescindible para todos los niños, tan importante como comer, beber, respirar, jugar y ser amado.
Conectar con los niños es maravillarse con su presencia, prestarles atención con todos nuestros sentidos, detectar y satisfacer sus necesidades, disfrutar profundamente del tiempo compartido, entusiasmarnos con sus pasiones e intereses, confiar en sus decisiones, reparar con honestidad el daño cuando nos hemos equivocado, convertirnos en ese lugar seguro en el que pueden ser ellos mismos y expresar todo su repertorio emocional sin miedo a ser juzgados o ninguneados.
Conectar con los niños es conocer en profundidad sus necesidades únicas y específicas, sus preferencias a la hora de comunicarse, expresarse y autorregularse, sus sensibilidades sensoriales, fisiológicas, cognitivas y emocionales para poder relacionarse con ellos de la forma en que necesitan.
3. CORREGULACIÓN
Los niños nacen inmaduros y durante muchos años dependen totalmente de sus cuidadores para regular su sistema nervioso y mantener (o regresar) a un estado de calma y equilibrio (homeostasis). Nuestras interacciones sensibles, pacientes y cálidas con los niños son cruciales para el desarrollo de la parte del cerebro (corteza prefrontal) que les permitirá auto-regularse en el futuro. Es un proceso madurativo que se desarrolla muy lentamente, por lo que nosotros como adultos debemos convertirnos en ese lóbulo frontal seguro, compasivo, predecible, sólido y amoroso del que carecen y prestarles nuestra calma a través de la voz, palabras, mirada, postura corporal y presencia.
La autorregulación no es algo que se enseñe, es algo que los niños deben experimentar en su cuerpo y mente a través de la relación (corregulatoria) con un adulto sincronizado con sus estados fisiológicos y necesidades emocionales.
La conexión, empatía y serenidad del adulto durante los momentos de gran intensidad emocional de los niños permitirá que éstos puedan paulatinamente reconocer sus estados emocionales y los de otros, controlar sus impulsos, perfeccionar su propia tolerancia al estrés y crear estrategias para superarlo, así como desarrollar un sistema nervioso fuerte y flexible que facilitará su resiliencia.
No debemos olvidar que a lo largo de la vida, y especialmente en tiempos de crisis y de altos niveles de estrés, todos los humanos (y mamíferos) necesitamos corregularnos con otros para recuperar nuestra sensación de bienestar y equilibrio.
4. COMPASIÓN
La crianza y educación en esta sociedad, sin comunidad y ni grandes grupos de apoyo, pueden resultar abrumadoras en muchas ocasiones. Y cuando eso sucede debemos recordar que para que los niños desarrollen cualidades como la amabilidad, la compasión (hacia uno mismo y los otros) y la empatía, nos tienen que ver (y sentir) practicándolas no sólo hacia ellos y otros, sino también hacia nosotras mismas.
La compasión implica querer salud y bienestar para uno mismo y los otros, e impulsa un comportamiento proactivo para mejorar la situación en la que uno o los otros se encuentran.
Cuando miramos a los niños desde este prisma compasivo, como humanos haciendo lo mejor que pueden en cada momento y teniendo reacciones determinadas a lo que está sucediendo en su neurobiología, somos capaces de mantenernos en calma y regulados, y así responder con la empatía y respeto que necesitan. De esta manera, nuestros niños comienzan a verse a sí mismos de la misma manera compasiva: como personas que están pasando por un momento difícil, y que, aunque a veces estén sobrepasados por sus emociones y no se comporten como se espera de ellos, no significa que sean malos sino que tienen algunos retos concretos que superar.
Al mirar con compasión el comportamiento de los niños y nuestros propios comportamientos (¡también somos humanos!), comenzamos a transitar un nuevo camino; un camino en el reemplazamos los juicios y las etiquetas por conciencia y aceptación serena de cada situación. Y así podremos florecer y apreciar la riqueza de nuestras vidas, evitando que patrones destructivos basados en el miedo, la culpa y la negatividad invadan nuestras relaciones (con los niños, con otros y con nosotros mismos) y nuestro día a día.
5. AUTOCUIDADO
Los niños "respiran" nuestros estados emocionales y son muy sensibles al estado del sistema nervioso de los adultos que le cuidan y acompañan, siendo capaces de leer con gran minuciosidad nuestra comunicación no verbal. Nuestras expresiones faciales, tono de voz, postura y movimientos corporales son detectados y procesados de forma automática e inconsciente por el sistema nervioso autónomo del niño: si son amables, cálidas, amorosas y suaves, el niño (en su sistema nervioso) se sentirá seguro y será más fácil que se mantenga en (o regrese a la) calma; pero si son frías, toscas, exigentes y rápidas, el sistema nervioso del niño podría sentirse amenazado o en peligro y comenzaría una escalada en su estrés y desregulación emocional (con los comportamientos disruptivos que eso conlleva).
Siendo la corregulación emocional tan importante para el desarrollo armónico de los niños, el autocuidado del adulto resulta absolutamente imprescindible para que el niño que acompaña pueda sentirse seguro, relajado y feliz.
Con el ritmo vertiginoso que se nos impone hoy en día, la escasa o nula ayuda de la familia extendida y el individualismo que impera en nuestra sociedad parece que encontrar tiempo para un@ mism@ sea misión imposible. Pero hay que hacerlo (a solas o en compañía). Por nosotras y por nuestros niños debemos convertirnos en detectives de nuestros estados emocionales y en modelos sanos de autorregulación (prestar atención a las señales de nuestro cuerpo para el manejo del estrés, modos de recargar energía y de regresar al equilibrio, formas constructivas de expresión emocional, etc) que los niños puedan admirar e imitar.
Estos cinco principios - Mirada Holística, Conexión, Corregulación, Compasión y Autocuidado, íntimamente relacionados entre ellos, son los pilares fundamentales sobre los que se sustenta y erige la Crianza Consciente y con Conexión.
En los siguientes artículos del blog nos adentraremos con mayor detalle en estos principios y compartiremos herramientas prácticas, recomendaciones bibliográficas, entrevistas y mucho más...
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