Comportamientos y Neurodivergencia: Teoría Polivagal
¿Sientes como si tuvieras que ir con mucho cuidado para evitar explosiones emocionales en tus niños? ¿No entiendes por qué el comportamiento de tu niño o niña cambia en un segundo y su nivel de energía pasa de 0 a 100 en pocos segundos? ¿Quieres entender qué hay detrás de los comportamientos explosivos de tus niños? ¿Quieres aprender a nutrir a tus niños honrando y abrazando sus necesidades individuales y sus diferencias? ¿Quieres ayudarles a ampliar su ventana de tolerancia al estrés y mejorar su capacidad de autorregulación emocional?
Últimamente, gracias a mi nuevo libro para niños y adultos basado en la Teoría Polivagal (Un Secreto Alucinante: Aprende a Escuchar a tu Cuerpo junto a Lukas y Fordy) estoy conociendo a familias con niños y niñas neurodivergentes y escuchando sus historias y experiencias en el sistema educativo; historias que, como mínimo, son sorprendentes porque se supone que la educación que se le ofrece a los niños debería estar alineada con lo que sugieren las investigaciones en neurociencia educativa y relacional.
Historias con un común denominador: la mirada educativa puesta en "gestionar comportamientos". Es decir, que si el niño no se comporta como se supone que se tiene que comportar según los estándares neurotípicos, los adultos responsables comienzan a centrarse en cambiar el comportamiento, ya sea a través de amenazas, consecuencias punitivas, recompensas o aislamiento. Todas ellas estrategias que, especialmente en niños con sistemas nerviosos más sensibles como encontramos en las neurodivergencias, van a causar mucho daño al niño, su visión de sí mismo y su capacidad para entablar relaciones de seguridad y confianza con los demás.
¿Por qué? Porque los comportamientos son un reflejo de cómo se está sintiendo el niño en su interior, del nivel de estrés y el miedo que está experimentando en ese momento en cuerpo, mente y corazón. De ahí que si el niño, en vez de recibir la presencia serena, comprensiva y empática de una persona que está expresando un interés genuino en apoyarle en su proceso de regulación emocional (corregulación), recibe gritos, miradas amenazantes, enfado y crispación, impaciencia, castigos y un tono emocional completamente desregulado por parte del adulto (aunque éste pueda intentar aparentar calma), el niño se va a sentir mucho peor, lo que manifestará a través de un incremento de energía defensiva (lucha/huida) o con una disminución abrupta de energía, desconexión y bloqueo emocional para evitar un mayor sufrimiento (colapso).
Estas respuestas de estrés, completamente naturales e instintivas, son respuestas defensivas supervivencia que, repetidas a lo largo del tiempo, cambian el cerebro de los niños y su fisiología, predisponiéndoles a protegerse en cada momento y a desarrollar problemas socioemocionales graves.
De ahí que debamos recordar que el aprendizaje y el desarrollo equilibrado se da cuando nos sentimos seguros, cuando pasamos la mayor parte de nuestro tiempo en el MODO CONEXIÓN (más información aquí), en relaciones y entornos amables y compasivos en los que podemos ser, sentir y estar con todos nuestros matices y diferencias, y ser aceptados, apoyados y valorados en nuestra totalidad.
Sólo en modo conexión podemos aprender, crecer, sanar, desarrollarnos y establecer relaciones sanas y constructivas. Sin conexión emocional, sin una presencia regulada y reguladora, sin seguridad sentida en cuerpo, mente y corazón, no se desarrollan las capacidades ejecutivas necesarias para el control de impulsos, la regulación emocional, el aprendizaje, entre otras, capacidades imprescindibles para nuestro bienestar integral y para vivir una vida plena y en conexión con nuestras experiencias cotidianas.
Porque esta necesidad de CONEXIÓN, CORREGULACIÓN y SEGURIDAD SENTIDA es una necesidad irreductible para todos los humanos, pero especialmente relevante para niños y adolescentes, porque el desarrollo armonioso y equilibrado de su cerebro va a depender de ello.
No olvidemos nunca que somos los arquitectos del cerebro de los niños, y que nuestras interacciones con ellos van dándole forma y estableciendo patrones y respuestas que les acompañarán durante toda su vida. ¿Que tipo de cerebro quieres ayudar a construir? ¿Un cerebro preparado para la protección o uno para la conexión? ¿Un cerebro que se sobrepasa ante el mínimo estrés o un cerebro bien equipado para evaluar riesgos, situaciones y determinar las mejores estrategias para enfrentarlas?
Por eso, maestras, madres, padres, psicólogos y educadores debemos aunar nuestras fuerzas y aportar nuestro granito de arena para cambiar el paradigma, para que se cambie la mirada y se mire más allá de etiquetas y comportamientos, para que los adultos que acompañan a los niños y niñas puedan empezar a mirar los comportamientos como manifestaciones del sistema nervioso autónomo, como respuestas adaptativas al estrés, como intentos de autorregularse que deben ser tenidos en cuenta y acompañados desde la compasión y el respeto, con serenidad,
¿Cómo podemos formar parte del cambio de paradigma en la crianza y la educación de los niños neurodivergentes?
- Comenzando a enfocarnos en las personas, en las relaciones, en la neurofisiología de nuestros niños y estudiantes con el fin de llegar a entender cuál es la causa que impulsa sus comportamientos más disruptivos.
- Observarles con curiosidad, atención y compasión para entender sus necesidades y descubrir sus fortalezas y sensibilidades con el fin de apoyarles mejor y ofrecerles lo que necesitan realmente.
- Ofrecer estrategias respetuosas y holísticas que les empoderen y les ayuden a desarrollar las habilidades socioemocionales que les permitirán, con el tiempo, responder al entorno y las relaciones de una forma más adecuada socialmente.
- Enseñarles a escuchar y hornar las señales de su cuerpo, a prestarles atención por la valiosa información que nos ofrecen a cada momento sobre nuestras necesidades corporales, emocionales y cognitivas.
- Descubrir junto a ellos herramientas de regulación emocional adecuadas a sus sensibilidades y particularidades individuales que les vayan ayudando a fortalecer su capacidad de autorregulación y a ampliar su ventana de tolerancia al estrés que pueda experimentar en su entorno, las relaciones o en el interior de su cuerpo (sensaciones).
- Pero siempre sin olvidar que la mejor estrategia eres tú, tu capacidad de conectar con ellos con alegría, entusiasmo y respeto, y tu disposición a acompañarles con empatía, sensibilidad y respeto durante sus momentos emocionalmente más difíciles e intensos.
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